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> tan tranquila que una locura como esta debe escapar por completo a tu día a día. Pero no tienes nada que temer. Lo peor que puede ocurrir es que calcule mal y necesite que nos impulsemos en mitad del aire.

Rio calmado y confiado.

—No se puede decir que hayas volado sin experimentar turbulencias.

La voz y el gesto le parecían tan calmados que ese análisis racional le pareció hasta mentira. Por ese motivo no pudo contener la risa, mirándola de nuevo de reojo mientras seguían en el aire.

—¿Es tu primera vez volando, Tela? Puede que la adrenalina te esté haciendo eso... Pareces una chica >

La temperatura cayó en picado, pero antes de llegar a sentir el menor entumecimiento, el aire caliente sería empujado violentamente desde el suelo hacia el paraguas.

Despegaron en esos diez segundos, y luego avanzaron flotando en el aire.

—Ya puedes respirar, Telaria. ¿Te ha mareado la presión?

La mirada de Fractale no se despegaba de la de Telaria. Sonreía, aunque el resto solo fuera apreciable al fruncir suavemente sus ojos.

—En marcha. —Su voz sonaba opacada, pero era fácil de escuchar para ella.

De repente, los copos de aire dejaron de caer. Se mantuvieron estáticos en el aire.

> lo más lejos posible.

Pasó la mano por la cintura de la chica y del extremo de las varillas de su paraguas comenzaron a caer copos de nieve.

—Y créeme... La sensación de tratar de respirar cuando no hay aire, es... rara.

Le puso la mano en el hombro, con una sonrisa esbozada en el rostro. Sería el último momento en el que vería su sonrisa por ahora.

Se colocó la máscara, no sin antes advertir a la contraria.

—Tela, ¿puedes aguantar la respiración unos diez segundos? Voy a darnos un impulso que nos haga flotar >

—¿Tienes alguna forma de volar o levitar, Tela?

Desconocía por completo esa forma de pensar de Telaria, aunque diferían en su forma de pensar.

Fractale pensaba que los factores externos podrían suponer una gran diferencia, como los objetos mágicos por ejemplo.

Fuera de la cabaña, abrió su paraguas y la temperatura descendió a su alrededor.

tan sencillo como ella lo veía.

Salió, esta vez por la puerta, viendo las flores en el suelo. Las miró desde aquella distancia, observándolas sin agacharse.

—No conoces el camino, ¿verdad? Sígueme. Te llevo.

—Este tipo de magia no es tan libre como tú crees, Tela. Sigue unas bases, una lógica... ¿Cuál? Pues no lo sé, de lo contrario podría hacer lo que quisiera. Ten en cuenta que tiene muchos componentes y mecanismos.

Sabía que nada le haría cambiar de opinión, pero quería dejar en claro que no era

en marcha junto a ella.

—Pero está bien, si trabajamos juntos, tal vez podamos hablar de negocios. Asociarnos y ese tipo de cosas.

Rio, negando con ambas manos.

—Nada de autoimpuestas. Tengo mis límites, en general. Mi magia está principalmente relacionada con el hielo. La magia de objetos es algo que se me escapa un poco más.

Y no solo esa, pues no había descubierto aún otras de sus dotes.

—Oh, ¿ya?

Sonrió, poniéndose

Suspiró, cruzándose de brazos. La cabeza, algo ladeada y cabizbaja; parecía mostrar la disconformidad de Fractale.

—Tela... Te estoy diciendo que no esperes gran cosa de los objetos mágicos. Son más... accesorios con utilidades extravagantes, más que algo parecido a la perla esta que buscamos.

En su mente, eso sonaba a algún tipo de invitación indecente, pero sabía que Telaria no lo malinterpretaría.

—Tengo objetos creados allí, algunos mágicos, otros normales. Eso sí, no esperes gran cosa de los objetos mágicos.

Asintió. Estaba confuso, no porque alguien se sorprendiera o se interesase en ello. Eso lo veía a menudo.

Pero que Telaria estuviera interesada en algo, sobre todo proveniente de él, era extraño. Y adictivo.

—¿Quieres que luego de la misión te lleve a la habitación que tengo rentada?

> recuerdos de mi pasado... Pero sé que este objeto lo creé yo. Se me da bien manufacturar armas mágicas. Sin embargo, replicar esta no me resulta tan sencillo. Debe ser mi obra maestra. O alguien más me ayudó en su creación.

Cargó el paraguas en su hombro, negando despreocupadamente.

—No tengo problemas, no en que tú lo sepas al menos. Y conocer mis capacidades de combate no haría que las evitaras automáticamente.

El paraguas volvió a su forma original, tendiéndoselo, incluso ofreciendo que lo tomara.

—No tengo >

metálicas y puntiagudas.

—El hielo no es mi única habilidad, aunque sí sea mi poder innato.

—¿Yo?

Reflexionó un poco su respuesta, no por inseguridad o desconfianza hacia sí mismo. Más bien, se regocijaba. Lo demostró con una sonrisa decidida.

—No creo caer en ningún embrujo de objetos mágicos, pues no necesito uno. Yo los creo.

Agitó su paraguas, transformándose y cubriéndose de zonas

—¿Sabes? Eso es lo que diría alguien que ha caído ante el embrujo de un objeto mágico... Pero teniendo en cuenta que ni siquiera lo has visto, confío en tu palabra.

Sonrió, rascando de nuevo la parte rapada de su pelo, cerca de su cicatriz.

—No hace falta que me adules tanto, Tela... Lo haré.

> lo robemos? Sabes que eso es mucho más complicado, ¿verdad? No te digo que no lo hagamos, solo te estoy advirtiendo.

Si las brujas tenían esos poderes... Telaria lo estaba consiguiendo, doblegar su voluntad, porque estaba cediendo.

También había que decir que lo que proponía era mucho más simple, aunque tuvieran que elaborar más de un plan.

—¿Entonces... lo que propones es que recuperemos el objeto y luego >

Carraspeó de nuevo.

—Ya, bueno... No lo es todo, pero entenderás que es importante, ¿no, Tela? Es una de las necesidades que se puede tener, ya que sin él no podemos hacer mucho en un lugar como este.

Sintió el tirón, la cercanía... Los ojos dorados de la bruja estaban posados sobre él de una forma que nunca antes había visto. Era... extraño y conmovedor.

¿Tenían las brujas alguna forma de influir en las mentes de los incautos como solían decir? Telaria no era así, pero comenzaba a dudarlo.

Carraspeó. Al tenerla más cerca, la vista era aún mejor.

—Como sigas así vas a compensármelo sin darte cuenta, Tela. —Rio, para pensar unos segundos.— La próxima vez vienes conmigo a otra misión, aunque no te interese el objeto. ¿Te parece bien?

Suspiró, terminando por alborotar su pelo, lo que llevó a que restos de hollín cayeran.

—Si digo que no me saldrá rentable, es porque lo voy a hacer, Tela. Pero más te vale compensármelo de alguna forma, eh. No suelo trabajar gratis.

> Así que, de poco serviría una caja.

Suspiró, algo frustrado.

—Aunque siempre podemos perder el dinero y quedarte con el objeto. Si desaparece, nadie podría echarnos la culpa. Aunque no me va a salir rentable trabajar contigo...

Se señaló a sí mismo, haciendo una reverencia exagerada.

—Aquí lo tienes, mi querida Tela.

Rio, encogiéndose de hombros.

—Es complicado, sí. Pero si combinamos tus arañas y mi hielo, podría funcionar. Puedo adherir parte de mi magia a uno de sus hilos. Una cerradura congelada no es muy útil. >

seguro de sí mismo.

—La tela de las arañas es difícil de ver a simple vista. Si encontramos el objeto y lo entregamos envuelto en la tela de tus arañas, podremos quitárselo a quien se lo lleve.

Se había detenido frente a él, teniendo que agachar la cabeza y consigo la mirada para verla.

Podía ver... desde más arriba, claro. Una buena vista la suya.

—Las arañas te hacen caso, ¿verdad? ¿Cuál es la tela más fuerte que pueden crear? Según la especie tiene distinta resistencia, ¿no?

Rio,