Héctor Estepa

La tarde cae sobre San Martín y amenaza tormenta. Sin esos aguaceros la selva no podría ser el mayor sumidero de carbono del mundo. La Amazonía podría estar a dos décadas del punto de no retorno. Quienes la habitan reivindican más herramientas para conservarla.

El curaca -líder- de San Martín, Orlando, reclama también un mayor avance en la demarcación y la protección de territorio indígena. En Colombia se aceleró -en 2024 se ampliaron cuatro resguardos amazónicos en unas 169.000 ha- pero dicen que queda mucho camino por recorrer.

Al día siguiente hay una minga de siembra. Los ticuna caminan por la selva, entre la humedad, portando plántulas para reforestar la selva y producir su propia madera. "Un guardia que no tenga cultivo no es autoridad", enfatiza Jairo oteando la 'chagra', la zona de cultivo.

"Somos padres de familia y tenemos hijos que de pronto se ven sin nada y es difícil convencerlos de trabajar la cosa legal, porque no hay un beneficio y lo necesitamos. Ellos nos dicen ‘pa, entonces ¿Por qué hacemos este trabajo?’ Es algo muy duro para nosotros", dice Jairo.

Aseguran que se les está dejando a ellos el grueso de la responsabilidad de defender el pulmón del planeta. Su temor, además, está sustentado. Al menos 70 guardias indígenas han sido asesinados en toda Colombia en la última década.

Reconocen que evitar la entrada de narcos, madereros y mineros ilegales es complicado por la falta de financiación. Carecen de medios básicos para el patrullaje como canoas y combustible y su trabajo es voluntario. Necesitan vías para mantener a sus familias.

No tienen, eso sí, elementos para enfrentar a los actores armados más que la palabra y el poder de la comunidad. Cualquier problema de índole mayor ha de ser resuelto por las autoridades estatales en zonas donde la institucionalidad no ha logrado penetrar históricamente.

...bajo el amparo de la Constitución colombiana de 1991, que recoge el derecho de las comunidades indígenas a organizar políticamente el territorio y la comunidad. Varios tratados internacionales también los reconocen.

En resguardos como el suyo siempre han existido personas que velaban por el bien de la comunidad, y hace dos décadas se revitalizó e institucionalizó la guardia indígena...

"A veces me da miedo. Hay que hablar bonitamente con ellos, pero es algo muy peligroso y que no nos compete a nosotros, aunque tampoco queremos que se nos metan en las comunidades", añade llegando a su joya de la corona, una torre de vigilancia de la guardia para vigilar el río.

"Estamos en una línea de trayectos. No queremos tener choque pero sí que nos consulten. Que no nos toquen a los jóvenes más que todo, porque son débiles y de pronto a veces les pagan y les convencen incluso con drogas y nosotros como autoridad no queremos eso", señala Jairo.

A las comunidades del río llegan en algunas ocasiones actores que trafican con drogas, no solo en labores de tránsito, sino también de reclutamiento, y los guardias se ven obligados a afrontar esas situaciones.

Otro está situado al norte, porque en la región colombiana del Putumayo se han multiplicado también los cultivos y los intrincados afluentes que llevan al Amazonas son perfectos para ocultar el tráfico.

En San Martín preocupa especialmente el narcotráfico. El resguardo del que hace parte, está encajonado entre dos importantes corredores de droga. Uno al sur, porque la porción de Perú en la triple frontera se ha convertido en el epicentro de la droga que produce el país vecino.

Y es que proteger la naturaleza no es fácil ni seguro para los indígenas en unos territorios tradicionalmente abandonados a su suerte por los respectivos estados. Los guardias socioambientales del Amazonas tienen que vérselas cara a cara en muchas ocasiones con actores violentos.

Denuncian sus voces no son escuchadas aunque la evidencia científica dice que una de las vías más efectivas y baratas para lograr la conservación de la selva es demarcar y dar poder a los pueblos que habitan el Amazonas, según un estudio publicado en 2024 por Nature.

Caminarán también entre las casas de madera de San Martín, a través de sus intrincadas veredas sobre pasto verde y barro, para ver si hay algún enfermo o una disputa que haya que dilucidar. Finalmente comprobarán el estado de sus chagras, los espacios indígenas de cultivo.

Muchos son jóvenes, pero también hay guardias de avanzada edad y algunos menores. Son hombres y mujeres. Todos prestan mucha atención a sus indicaciones. Ese día harán una patrulla por los afluentes cercanos para comprobar si alguna persona ajena se ha metido en el territorio.

Jairo recorre unos metros por su caserío, San Martín de Amacayacu y se encuentra con un puñado de compañeros guardias, también preparados con su machete (no van armados, salvo con ese elemento básico para la selva) y su bastón de mando que indica que son autoridad indígena.

"Nosotros hacemos control territorial. Hacemos vigilancia en los ríos y lagos, a las personas que llegan a destruir", dice el indígena ticuna, mientras abre la puerta de madera de su casa y se cuela en toda la estancia la luz de la mañana.

Son la primera línea de defensa de la mayor selva húmeda del mundo. Ponen la cara y el cuerpo ante los actores armados y no armados que amenazan su territorio, un ecosistema básico para el equilibrio climático amenazado por narcos, madereros, mineros ilegales, sobrepesca y trata.

Jairo coordina la guardia indígena de su resguardo. Tiene a su mando a más de 360 personas en una veintena de comunidades en Aticoya. La reserva comprende 171.000 hectáreas del Amazonas colombiano y está situada en la zona del trapecio amazónico, fronteriza con Brasil y Perú.

Se pone las botas, anuda con delicadeza una pañoleta a su cuello, se cuelga su machete y recoge de un estante su bastón de mando. Sobre una mesa, dentro de una caja, guarda como oro en paño un pequeño walkie talkie. No sale de la casa sin antes hablar con sus compañeros.

Apenas se ha disipado la neblina que ha cubierto la espesura durante la noche y se ha filtrado algo de luz entre los árboles cuando sus pisadas comienzan a retumbar sobre el vetusto y ajado material, ennegrecido con el paso de los años.

Drogas, madereros y sangre: así patrullan los guardianes de la selva🧵

La casa de Jairo Vargas es una construcción de dos pisos de madera desnuda abierta a la inmensidad del Amazonas. Son las siete de la mañana y el dedicado indígena ticuna se prepara para salir a patrullar...

Última hora - PERÚ

El ex presidente Pedro Castillo acaba de ser condenado a 11 años de prisión por conspiración para la rebelión.

Misma condena para la ex "premier" Bettsy Chávez. Se acaba de expedir una orden internacional para su arresto. Está asilada en la embajada de México

Lo más normal es que no pase nada, la posibilidad es mínima, pero ya no es tan mínima como lo era antes y eso, en el mundo de la aviación, es muchísimo.

Hay aerolíneas que sí vuelan.

Sí, parte de ellas estatales y obligadas y están poniendo en riesgo a las tripulaciones, porque el riesgo de que te metan un misilazo ya no es cero.

Y no es que no haya pasado antes. Ya pasó por ejemplo en la Ucrania de 2014.

No es lógico culpar a las aerolíneas en sí de no querer volar cuando tienes una zona de riesgo aérea como en Venezuela.

Son pilotos y tripulaciones quienes se niegan a volar. Tienen familia y exigen la máxima seguridad.

Más de una vez quedé varado por ello en otros destinos.

La defensa pedía prisión domiciliaria por problemas de salud y otros su ingreso en una prisión ordinaria.

Se optó por la vía de enmedio.

De los otros condenados, dos, ex generales, han sido enviado a un cuartel y un civil sí pisará una prisión ordinaria.