Lo estás haciendo mal 🇪🇺 🇺🇦🇵🇸

James Gunn siempre consigue emocionarnos

Madrid confuso.

Hay un señor cantando en la plaza de España que me está angustiando mucho.

Llevo gafas de lujo. Mira tú.

O sacarle de titular y retirarle en el minuto 60.

Tremendísima señora siempre.

Rosalía saliendo (otra vez) por donde nadie esperaba.

Te podrá gustar más o menos, pero la tía se la juega en cada disco.

Buenas tardes.

Apuntado también. Al final me va a faltar tarde. ¡Gracias!

Cantando las canciones de Judas en Jesucristo Superstar.

No, es verdad. Pero después me he lanzado a poner tonterías.

Jeje, no me acordaba de ese

Lo miro. ¡Gracias!

Me lo apunto. ¡Gracias!

El aburrimiento pre partido tiene estas cosas.

Puedo meterme al metro a corregir la ortografía de la gente que escribe mensajes en el móvil.

Puedo entrar en la Casa del Libro, coger una edición del Quijote y preguntar a un empleado si no tienen una versión "que se entienda".

Puedo entrar en un confesionario y decirle al cura: "Pues nada, aquí estamos. ¿La familia, bien?"

Puedo salir de los baños de Atocha gritando indignado: "Mucha voluntad, pero poca organización".

Puedo repartir folletos para clases particulares de estadística y probabilidad en la cola de doña Manolita.

Pomerme en la cola del Prado con Una camiseta de Extinction Rebellion y un bote de pintura.

Puedo poner carteles de "rómpase en caso de emergencia"en las cristaleras del Viaducto.

Puedo pasarme por los alrededores de Atocha
para comprobar si es cierta la leyenda que dice que es un coto de caza para vampiros y vampiresas.

Puedo acercarme a la Real Acadèmia y pedir a gritos que salga Pérez Reverte y, cuando llamen a la policía, mear en la puerta (un clásico, por si no lo sabíais)

O en la cola del Doré a decir que prefiero la versión coreana, dónde va a parar.

Puedo ponerme delante del Reina Sofía a decir muy alto que eso lo hace mi hija de cinco años.

Puedo salir del sex-shop de Atocha con un carro de la compra y guiñar un ojo a la gente que pase.

Puedo hacerme pasar por extranjero y preguntar cosas absurdas a las señoras bien mientras señalo un mapa de Barcelona.

Puedo poner velas a la estatua del Ángel Caído y componer una versión satánica de "una espiga dorada por el sol".

Puedo alimentar a las carpas del estanque con las sandalias de las turistas que se quedan dormidas en la hierba.

Puedo pegar carteles de "aquí está usted" en los bordillos de los pasos de cebra para crear una epidemia de angustia existencial.