Kris.

pero Kris encontró aquello como algo de admirar.

Ella no tenía que proteger el corazón de Marth de ningún ideal, no era necesario, él no necesitaba algo tan banal como su compasión.

—Más que no querer que nadie muera… usted no quiere que nadie tenga que sacrificar nada en la guerra, ¿me equivoco?

sus superiores en el ejército, ni siquiera su propia hermana le había dado una imagen apropiada del príncipe.

Marth era una buena persona. Amable. Demasiado gentil para ser alguien tan curtido en la guerra. Eso era extraño, una personalidad curiosa viniendo de un líder de su calibre,

su patria y jurar lealtad a la familia Lowell más por amor a su abuelo, que por un sentido de devoción ciega.

Pero escuchar a Marth era… una experiencia completamente distinta. No era en absoluto como lo pintaban las baladas heróicas de los bardos, tampoco como lo presentaban

que usted es más que digno de ser rey. Servir a un rey que vela por su pueblo y a sus soldados de esta forma…, es todo un honor.

Porque era así.
Kris había entrenado toda su vida con su abuelo para servir a la casa de Altea, estaba lista para dar su vida por

—Si pienso en mis compañeros del pelotón siete… todos estamos dispuestos a dar nuestra vida por usted y por Altea, pero aún así, no quiero que ninguno de mis compañeros caiga…, también creo en eso.

Katarina, Ryan, Rody, Cecile y Luke vinieron a su cabeza.

—Y creo, milord, »

Hablaba como si sus ideales fueran un sueño inalcanzable, uno que seguía aunque le hiriese en el proceso. Pero Elise no podía estar más equivocada.

Marth sabía perfectamente dónde estaba su corazón y las consecuencias de ello.

—Es inevitable que los soldados mueran en la guerra. Aquellos que se fueron no va a volver. Pero…, entiendo el sentimiento de no querer que nadie salga herido.

Y él también.
La princesa Elise le había dibujado a Kris una imagen del príncipe Marth como un idealista empedernido.

Negó con la cabeza.

—Lo entiendo. Entiendo sus sentimientos, milord.

Y al decir aquello lo hizo con sinceridad.

—No.

Kris expresaba en su mirada algo que Marth jamás habría podido anticipar… 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘳𝘦𝘯𝘴𝘪𝘰́𝘯.

En circunstancias normales, decirle “no” al príncipe sería visto como una terrible falta de respeto, pero en ese instante Kris sintió que era apropiado.

»

proteger.

de un consuelo.

La verdad, Kris se había quedado muda, porque solo con esas pocas palabras lo sentía… sentía que poco a poco se arrojaba luz sobre el caso del príncipe, sobre sus sentimientos.

O quizás.
Sobre lo que realmente significaba ese “ideal ingenuo” que supuestamente debía

se desvanecieron.

Se había llamado a sí mismo "ingenuo". Al parecer él era más consciente de su condición de lo que ella o Elice habían anticipado.

—Milord…

Quería decir algo más, pero esta vez no se trataba de palabras que trataban de traerle a la cruel realidad, o una perspectiva, ni siquiera

Tal vez era una cosa de carisma, o quizás fue el hecho de que Marth estaba abriendo su corazón de una forma tan sincera, tan transparente, que el escepticismo superficial de Kris y su predisposición a que el príncipe tuviera nada más que ideales imposibles en su cabeza

Tal vez, solo tal vez, podría permitirle aceptar un poco la realidad de la situación.

de expresarle lo que pensaba sinceramente al respecto nació solo. No estaba segura de poder cambiar su perspectiva, pero quizás podría ampliarle si le dejaba saber cuales eran los sentimientos de aquellos que estaban al otro lado de la batalla.

—Milord… desde el día en el que decidí que ser caballeros era mi meta, estuve preparada para morir luchando. Aquellos que pelearon en la guerra previa… ¿No estaban también preparados para dar sus vidas por el reino? Es doloroso, lo sé, pero no es algo que deba meditar completamente solo…

El deseo

Se estaba echando encima una carga demasiado pesada, de la forma más sincera posible.

Se culpaba por la muerte de los soldados. Tenía sentido, fue el líder del ejército en ese entonces, por supuesto que iba a acreditarse cualquier baja de sus hombres.

El arrepentimiento y pena eran palpables en el principe. Kris, quién ya sabía demasiado gracias a la princesa Elice, tenía más claro lo que pasaba por su cabeza.

Y francamente, sintió lástima.
Por él, por los soldados.

el cementerio que tenemos allí es mucho menos pequeño que el este, milord.

Ese era… enorme.

ᅠᅠ ( ❕ )

La pregunta la tomó desprevenida, parpadeó un par de veces. ¿Quizás había notado lo mucho que estaba mirando a su alrededor?

—Yo… un poco…, hace un poco menos de un año solía pasar parte de mi tiempo en el cementerio de mi pueblo, visitando a mi abuelo. Pero…

—Ya veo…

Tenía sentido cuando lo ponía así. Darle respetos a los muertos se daba en un espacio de intimidad. ¿Quizás estaba siendo inoportuna?

—Lo siento. No era mi intención interrumpirlo.

Se disculpó nada más el pensamiento llegó a su cabeza.

del servicio, pero podía sentir la fría mirada de Jagen incluso si no estaba ahí… y le dió escalofríos la simple idea el ser blanco de su furia.

Por otro lado…
Que estuviera ahí solo, le llamó la atención.

—¿No lo acompaña Sir Jagen?

Se atrevió a preguntar.

—No, milord. Es la primera vez que estoy en este lugar.

No tenía a nadie que velar, la tumba de su abuelo yacía en Sera. Haciendo un esfuerzo y dando gala de sus mejores modales, deliberó que lo mejor sería disculparse. No sabía qué tan apropiado era hablar con el principe fuera

Marth la saludó con la casualidad con la que se saludaba a un amigo. No podía decir que eso la relajase. ¿Qué tan correcto era acercarse y hasta cuánto? Tomó por referencia las lápidas que los separaban y se aproximó dejando un par de ellas como brecha.

Negó con la cabeza a su pregunta.

Kris se limitó a mirarlas a la distancia.

Hasta que notó la presencia de alguien más allí.

(Un cementerio...)

En sus dos meses de estadía en Anri nunca había ido con anterioridad al cementerio. Terminó entrando, más por curiosidad que nada. Todas las lápidas eran similares y estaban tremendamente ordenadas, habían solo un par de personas haciendo visita y dejando flores,

Parecía casi escondido, escuchaba las olas del mar y se dió cuenta que, de mirar a la distancia más allá de las puertas, podría encontrarse con el agua que rodeaba toda la nación. Estaba en una pendiente, ahí terminaba la tierra y sobre ella habían... lápidas.

de gran tamaño, dónde al lado habían vendedores ambulantes con distintos tipos de flores. A lado y lado de las puertas se extendían murales que reconoció un poco mejor.

—Son del castillo...

¿Había terminado en una zona adjunta al palacio? ¡¿Qué tan grande era ese castillo?!

—Oh, no. ¿Y ahora dónde estoy...?

Preguntó al aire nerviosamente, mientras observaba a su alrededor tratando de ubicarse sin éxito en el sitio. No había rastros del mercado ni de casas, los adoquines terminaban justo en esa parte del camino y ante ella se extendía una puerta

Y entre más vueltas le daba al asunto y más cavilaba al respecto... menos atención le daba al camino.

Sin darse cuenta, sus pasos distraídos que, si bien de por sí les costaba encontrar el camino correcto, la habían llevado a una zona completamente desconocida para ella de la ciudadela.