Estela

La Flotilla tenía varios objetivos: volver a ejercitar el músculo de la sociedad civil, poner el bloqueo ilegal de Israel en el centro del debate público internacional, sentar un precedente (el Mikeno llegó a aguas gazatíes) que inspire más acciones futuras.

Es un catalizador. Y está funcionando.

Empezar mirando hacia dentro en lugar de reaccionar al medio, nos permite hacerlo con conciencia y creatividad. La aceptación no supone un esfuerzo, es una comprensión.

Buscar superar las injusticias es uno de los muchos caminos de amor a la sabiduría. Y hacerlo de forma integradora y conciliadora evita alimentar falsas dicotomías y generar nuevas disputas y divisiones, como sucede al hacerlo de forma reactiva.

No aceptar es lo que, de hecho, se convierte en una “lucha”, consumiendo mi energía en lugar de proporcionármela. Y esto acaba yendo en contra de uno mismo y de todas nuestras potencialidades, atrapándonos en una forma de expresión caricaturesca, inmóvil e inamovible.

Desear superar aquello que impide el libre desarrollo y expresión de los seres, humanos o no humanos, es una inclinación natural hacia el bien que, no buscado ya desde un plano superficial o egótico, se convierte de hecho en bien común.

Querer mutilar esta libre expresión desde una comprensión sesgada de la realidad, situándome en el centro y como medida de lo que las cosas deben ser, provoca una resistencia a lo que de hecho ya es, y me agrega un sufrimiento que además voy a emitir y devolver.

Si entiendo que todo ser tiene la voluntad de desenvolverse libremente y que su desenvolvimiento natural no va en detrimento del resto de seres, es lógico que viva como una injusticia la intolerancia hacia determinadas formas de ser.

Aceptar la realidad no significa resignarse. Aceptar la realidad supone entender, de una forma amorosa, su complejidad, y mantener una mirada abierta hacia la misma.

Una pregunta que me ha llegado de círculos activistas es si no hay que abandonar toda “lucha” en un camino sapiencial de aceptación.

Es, al fin y al cabo, un regreso al sentido, que pareciera “perdido” siendo inmanente, y que acompaña al ser humano desde que es humano.

Se trata de una práctica filosófica de autoconocimiento, de un modo de encarnar la sabiduría en nuestro día a día. Busca establecer una mirada profunda, amorosa y honesta hacia nuestra finitud.

¿Qué es el asesoramiento filosófico sapiencial?

Se trata de un camino dialogado con un filósofo para explorar quiénes somos, para indagar en nuestras inquietudes y retos existenciales, e iniciar así una búsqueda desinteresada por la verdad.