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azulados que parecían danzar en cada movimiento. Había algo hipnótico en él, como si no caminara a su lado, sino que la sombra misma de la noche hubiera decidido tomar forma humana.
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ᅠ ᅠ‹ㅤ.ㅤ.ㅤ𓆩 ✦ 𓆪ᅠ𝐒𝐎𝐕𝐄𝐑𝐄𝐈𝐍𝐆 ⭑ 𝓛𝘰𝘳𝘥 𝘰𝘧 𝓝𝙸𝙶𝙷𝚃ᅠ⌠ 𝚂𝗂𝗇𝗌 𝗈𝖿 𝗍𝗁𝖾 𝙵𝖺𝗍𝗁𝖾𝗋 ♱ 𝐓he 𝐌onster ⌡ ᅠ❰🐦⬛❱ᅠ꒦꒷꒦ᅠ𝓱𝘢𝘷𝘦 𝖛𝖎𝖔𝖑𝖊𝖓𝖙 𝓮𝘯𝘥𝘴, 𝒕𝘩𝘦𝘴𝘦 𝖛𝖎𝖔𝖑𝖊𝖓𝖙 𝓭𝘦𝘭𝘪𝘨𝘩𝘵𝘴 ִֶָ☾.ᅠ❚❚❚ᅠ𝓔𝗅𝖾𝗀𝖺𝗇𝖼𝖾 ๋࣭ ⛧ 𝓟𝙤𝙚𝙩𝙞𝙘 ᅠ𓏔𓏔𓏔ᅠ❝ 𝓣𝖾𝗅𝗅 𝗆𝖾、𝑑𝑎𝑟𝑙𝑖𝑛𝑔、𝗐𝗁𝖺𝗍 𝖽𝗈 𝗒𝗈𝗎 𝖽𝖾𝗌𝗂𝗋𝖾? ❞ ⠀⸻⠀⦃ 𝗍𝗁𝖾⠀𝖆𝖗𝖙⠀𝗈𝖿⠀𝖇𝖑𝖔𝖔𝖉 ⦄⠀⸻ ᅠ
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azulados que parecían danzar en cada movimiento. Había algo hipnótico en él, como si no caminara a su lado, sino que la sombra misma de la noche hubiera decidido tomar forma humana.
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pierna. El resplandor lunar perfilaba la tensión en sus rasgos, endureciéndolos, y aun así mantenía las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón, negándose a mostrarse débil.
ᅠBajo la luz plateada, su cabello adquiría el matiz oscuro y tornasolado de las alas de un cuervo, con reflejos
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te espanten a la primera de cambio.
ᅠSu voz era grave, como un murmullo arrastrado por la noche, y había en ella un deje de ironía que no logró disimular del todo. Caminaba despacio, mucho más despacio de lo habitual, como si cada paso fuera una negociación con el dolor que le atravesaba la
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la penumbra y el fulgor lunar.
ᅠ—Creo que te llevarías bastante bien con mi hija —dijo Zeldrak al fin, rompiendo el silencio denso que hasta entonces había pesado entre ellos—. Y con mis dos hijos.
ᅠUna mueca, casi imperceptible, se dibujó en sus labios antes de añadir:
ᅠ—Aunque no quiero que
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estudio minucioso, un escrutinio que pesaba tanto como el peso de una sentencia.
ᅠNo obstante, como el cuervo que siempre vigilaba desde lo alto, mantenía otro ojo en su hermana y en su esposa. A lo lejos, las siluetas de ambas se dibujaban en el columpio del árbol centenario, fundiéndose con
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como si cada pétalo guardara en su interior una chispa estelar.
ᅠLos ojos azulados del emperador —ojos tan fríos como el invierno perpetuo de Rosenburg, como el filo de un acero recién forjado— se posaron en la joven de cabellos dorados. Su mirada no era torpe ni fugaz; era calculada, un
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tonalidades, como la promesa velada de poder. Pero los jardines superaban incluso a esa perfección. Cada flor parecía inmortalizada en el instante exacto de su mayor esplendor, como si la luna las hubiera tocado con un dedo para sellar su belleza. Algunas daban la ilusión de ser cristalinas,
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imperio de mármol y cristal que no solo llevaba en su nombre el recuerdo de la noche, sino también en cada matiz de sus muros: el blanco níveo de la pureza, los azules intensos que evocaban las aguas profundas, los negros solemnes que hablaban de eternidad, y los morados, en todas sus
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encendidos desde dentro y sobre los estanques que reflejaban el cielo como espejos pulidos. Las estrellas titilaban en lo alto, como si hubieran descendido a anidar en aquel lugar, abrazando con su fulgor la oscuridad de la noche.
ᅠEran, sin lugar a dudas, una prolongación del Palacio Lunar. Un
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ᅠ𝐋os jardines se desplegaban ante ellos como un cuento arrancado de las páginas de una fábula antigua, un reino detenido en el tiempo y bendecido por la luna. La claridad plateada bañaba cada rincón, derramándose sobre los setos tallados con precisión, sobre los rosales que parecían estar
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llevado tatuada en los huesos.
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de nuevo. Y otra vez. Cada puñetazo hundía su rabia más hondo, hasta que los nudillos se abrieron en carne viva.
ᅠUn bruto sin cerebro, eso era. Un guerrero que sólo sabía apagar la furia con más dolor. Ahogando el incendio de su pecho con sangre y golpes, con la violencia que siempre había
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o si simplemente se había roto algo. Y aun así, le dio igual. Porque ni el crujido del hueso ni el ardor en la carne podían compararse con el dolor que lo desgarraba por dentro.
ᅠEl pecho le dolía más que la mano. Le dolía más que la sangre que comenzó a brotar, manchando la corteza.
ᅠGolpeó
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su cuarto. Esa presencia fantasma que lo acompañaba incluso en la soledad más amarga.
ᅠ—¡Joder! —rugió, alzando el puño antes de descargarlo contra el grueso tronco del árbol.
ᅠLas astillas se clavaron en sus nudillos, un estallido seco recorrió sus huesos; no supo si había dislocado un dedo,
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sus miedos, de sus inseguridades, de su propia brutalidad. La espantó.
ᅠY lo único que le quedó en aquel jardín fue su ausencia. Su dulce fragancia colgando en el aire, ese aroma exquisito que tantas veces había invocado a solas en su cuarto. Esa presencia fantasma que lo acompañaba incluso en
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cobarde que suspiraba en silencio, que la miraba de lejos con la devoción de un hombre rendido y la impotencia de un soldado encadenado.
ᅠEl amante que nunca se atrevía a acercarse demasiado, por miedo a dañarla, a romperla.
ᅠY aun así, terminó por hacerlo. Terminó por espantarla.
ᅠFruto de
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había vuelto distinto. No se habían criado juntos, no había lazos de sangre ni recuerdos de infancia que lo obligaran a verla como otra cosa que no fuera lo que realmente era para él: la tentación, la condena, el fuego que consumía cada sombra de su alma.
ᅠÉl era el amante en las sombras. El
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inocencia cuando incluso entre los brazos de una ramera su mente volvía, inquebrantable, a ella?
ᅠCon Désirée era distinto. La conocía desde niños; había raíces, costumbre, familia. Pero Hyacinth… Hyacinth había llegado apenas un año atrás, dos si quería ser preciso. Y desde entonces, todo se
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marcharse, lejos de él, lejos de la sombra que se cernía sobre el jardín, lejos de la oscuridad que lo habitaba a él.
ᅠLa había cagado pero bien. Hasta el fondo.
ᅠ¿Cómo se suponía que debía verla como a una hermana, cuando cada suspiro suyo llevaba su nombre?
ᅠ¿Cómo iba a mirarla con
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arrancó de cuajo cualquier hilo de afecto entre ellos.
ᅠLa había cagado.
ᅠCerró los ojos, preparado para recibir el golpe que sabía merecer, pero nunca llegó. Lo único que rompió el silencio fue el crujido del vestido de Hyacinth, alzándolo con torpeza para cubrirse antes de girarse y
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pronunciara, era mil veces peor.
ᅠSe había preparado para un bofetón, para un empujón, incluso para una tormenta de insultos que lo hiciera retroceder. Lo que jamás esperó fue ese silencio helado, esa grieta invisible que se abrió entre los dos y lo dejó desarmado. Ese balde de agua helada que
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ᅠ𝐋o era.
ᅠEra eso y más. Un capullo. Un hijo de puta. Un gilipollas. Un desgraciado. Un maldito bastardo.
ᅠY lo sabía. No era ajeno a ese tipo de palabras arrojadas contra él; había aprendido a llevarlas como cicatrices invisibles. Pero que fueran de ella… que Hyacinth fuera quien las
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colgó entre ellos, fría y luminosa a la vez. En sus ojos había todavía rescoldos del incendio: la promesa, la necesidad, la rendición. Y sin embargo, puso distancia con palabras antes de que el pulso del deseo volviera a dictar lo que el corazón quería gritar.
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sus pies tocaran el suelo antes de abrocharse los pantalones, la mirada clavada un instante en el cinturón mientras hacía el gesto mecánico.
ᅠ—Pero esto solo ha sido sexo —aclaró entonces, la voz quebrada apenas un hilo—. Sexo y nada más. No puedes contárselo a nadie, Hyacinth.
ᅠLa confesión
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guardada desde la noche de la fuente—. Todas las malditas noches. Me pondría de rodillas ante ti y adoraría tu cuerpo como a una diosa.
ᅠSe apartó de ella con lentitud, como si temiera romper la frágil burbuja que acababan de crear. Movió las manos con cuidado, retomando la compostura; dejó que
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Y en ese instante, con su cabello castaño cayendo desordenado sobre sus hombros, ya no parecía el comandante temido, sino un hombre al desnudo: vulnerable, desgarrado… irremediablemente perdido en ella.
ᅠ—Te follaría todas las noches si pudiera —susurró, voz rota por la sinceridad que llevaba
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con violencia, el pecho subiendo y bajando como si hubiera sobrevivido a una batalla. Pero no se apartó. No pudo. Permaneció dentro de ella, aferrado, con los músculos aún temblando y la frente pegada a su piel. Cuando alzó la mirada, sus esmeraldas estaban vidriosas, salvajes y rotas a la vez.
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embestidas que lo hundieron hasta lo más hondo de ella y lo hicieron estallar en un gemido áspero, sofocado contra su piel de porcelana. El clímax lo arrasó como una tormenta, feroz e imparable, mientras los mechones dorados de Hyacinth lo rozaban como hilos de fuego y luz.
ᅠElthan respiraba
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garganta, su rostro hundido entre sus pechos, mientras la embestía con la furia de una bestia desatada, como un lobo marcando a su hembra.
ᅠSu hembra.
ᅠSiempre lo había sido. Aunque lo negara. Aunque lo odiara. Aunque tratara de huir.
ᅠTres estocadas bastaron para arrastrarlo al borde. Tres
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su cordura, su disciplina, hasta su máscara de comandante. Y allí quedaba él, con la mirada emborronada, las mejillas ardiendo, una fina capa de sudor resbalando por su frente morena, por aquella piel curtida por el sol y ahora encendida por ella.
ᅠ—Joder, Hyacinth… —el gruñido se le quebró en
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